miércoles, 21 de diciembre de 2011

EVALUACIÓN FINAL.


Los griegos tenían un concepto de la educación que a mí siempre me ha llamado la atención: no  se aprende repitiendo sino haciendo, y solo se aprende realmente cuando nos emocionamos con lo que hacemos. Por eso, ellos contaban con la figura del preceptor, que era una persona que se encargaba de ayudar a los niños de manera individual a descubrir sus inquietudes y a guiar su aprendizaje y educación. Esto, por supuesto, solo ocurría en familias pudientes, no todo el mundo podía contar con ese privilegio.

El sistema educativo actual en el que nos encontramos inmerso surgió en la ilustración con la llegada de la revolución industrial y de allí vienen la campana al final de la clase, el pasar lista para fichar, el que estemos ordenados en clases por edades como si de la fecha de fabricación se tratase y ordenados en puestos de trabajo donde repetimos lo que los profesores nos dicen como papagayos. No desarrolla nuestra creatividad, no levanta en nosotros ninguna pasión sobre lo que nos enseña, ni tampoco  se nos explican para que sirve lo que estamos aprendiendo. Está desfasado, es anacrónico y no avanza a la velocidad que lo hace la sociedad.

Hasta esta clase, pocos habían sido los profesores que habían conseguido despertar en mi ese pensamiento lateral o divergente del que habla Ken Robinson. He visto que de la lectura de algo tan estático como un libro, no sólo se puede hacer un resumen sino muchas otras cosas más interesante y motivadoras: un poster, una obra de teatro o, en el caso de mi grupo, una poesía. En cualquier otra clase la pregunta más inteligente que nos habrían formulado sería:  ¿de cuantas páginas consta?

También he aprendido a trabajar en equipo y, con ello, me he dado cuenta de que al trabajar con gente distinta que piensa de manera diferente es como más nos enriquecemos las personas y como nos sentimos útiles y realizados al ver que podemos aportar muchos más conocimientos que trabajando de manera individual.
Estoy viviendo con mi pareja y al principio del curso hicimos un horario sobre a quién le toca fregar que, o cuando se debe de hacer una determinada tarea. Muy bien, pues a día de hoy ninguno de los 2 hemos mirado ese horario para hacerlo cumplir. Yo llego de entrenar tarde, ella hace la cena, yo la friego.  Yo no estoy durante la mañana en casa, ella hace la cama y por la tarde yo, hago la compra. Lo único que hace falta para trabajar en equipo es implicación y compromiso.

Desde un principio se nos eliminó la presión de los exámenes, de las notas y de objetivos concretos a cumplir. Creo que es lo que menos han entendido algunos de mis compañeros pero es la causa de que gente muy inteligente se haya quedado por el camino debido a que sus profesores, familiares, etc. solo comprendían el resultado final sin preocuparse por lo que realmente debería de ser importante EL CAMINO. Éste forma parte de la vida y nunca deberían de ser ni aburrido, ni sobre todo un calvario. Cuando se trabaja y se lleva a cabo el proceso es cuando realmente se disfruta.

Tengo una amiga que trabaja en un colegio público en el cuál la directora del centro le dice que debe de suspender a los niños en los 2 primeros trimestres, y que en el tercero deben de pasarlos a todos de curso. Muérase madre superiora, este no es el siglo en el que le corresponde vivir.

He aprendido a aprender por el mero hecho de disfrutar haciéndolo, pues hasta ahora solo lo hacía por tener un buen trabajo y pasar de curso. Soy consciente de todo lo que tengo aprender y de que hay unos objetivos que conseguir con el estudio de una carrera, pero también me doy cuenta de que hay muchos caminos para llegar a conseguirlos y no porque el camino sea más fácil, sino porque es mucho mas enriquecedor y nos hace mucho mejores personas. Sueño con que la gente que viene detrás de mí disfrute algún día del camino en todo su transcurso tal y como lo he hecho yo en esta asignatura.

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